Hace unos días un amigo me comentó sobre un plan que lucía chévere, ir a ver una película de terror en el cementerio central de Bogotá.
No fuí por dos razones, Primero porque An American Haunting no me parece una buena película (lean mi reseña), por qué escogieron esa? es una elección muy rara. Mi primera elección para una película en un cementerio sería, obviamente Return of The Living Dead. Segundo... no vivo en Bogotá. En fin, la idea en si me parecía buena.
Pero no lo fue.
Y lo odio porque por cosas como esta es que terminan estigmatizando a las películas de terror
Pegaré aquí la nota del diario El Tiempo, no solo para que se enteren de lo que ocurrió, sino por el mismo valor cheesy de la redacción.
Estudiantes ocuparon el lugar y dañaron bóvedas. Hubo licor y consumo de estupefacientes.
El lunes de cine de terror organizado por la Uaesp (Unidad Administrativa Especial de Servicios Públicos) en el Cementerio Central, se convirtió en una pesadilla, en un acto vandálico.
Como una tromba nocturna una muchedumbre de jóvenes invadió el Cementerio Central. A las 7 de la noche del lunes se abrieron las puertas y ocurrió la desbandada. Más de mil personas (se calculaban 100) se agolparon en frente de la iglesia para ver la proyección de una película clásica de terror: 'American Haunting'. El filme, sin embargo, pasó rápidamente a un segundo plano. La realidad, más prosaica, más exagerada, fue la protagonista.
En el terreno santo más antiguo de la ciudad, la multitud frenética se fue disgregando por todo el cementerio. Sin ningún interés por la proyección, muchos de los jóvenes comenzaron a beber aguardiente y cerveza, a fumar marihuana sin pausa. (Vea también las fotografías de estos desordenes). En algunos se veía un placer morboso, casi infantil, por lo tenebroso. Entre los recovecos que forman las tumbas, los jóvenes orinaban el alcohol recién bebido.
La Uaesp, con el objeto de posicionar en el Cementerio Central de Bogotá como Museo Histórico Nacional, organizó un evento que no tenía precedentes en la ciudad. Y que reveló de inmediato su improvisación: el espacio no era suficiente para esa cantidad de asistentes, ningún control policial en la entrada.
Las cifras históricas de asistencia a los eventos de la Uaesp en el cementerio (exposiciones de artes, visitas guiadas) no superaban las 150 personas. De cuando en cuando, por entre el fragor de los alaridos de pánico que salían de los parlantes, llegaban de los alrededores los compases de guitarras y tambores, jirones de una realidad fuera de tono: el cementerio se había convertido en una feria.
Los que fueron en busca de una noche divertida, de una experiencia novedosa, se encontraron con un espectáculo casi profano. No faltaron las invocaciones al diablo ni el perjuicio físico a varias de las bóvedas del lugar. Con el pasar de los minutos, a tientas en la oscuridad, algunos de los asistentes empezaron a profanar las tumbas, abriendo los cerrojos de los mausoleos para fotografiarse al lado de unas lápidas para ellos desconocidas. Retumbaban las risas malévolas, fingidas. En sucesión ininterrumpida, seguían llegando personas. En un lugar para la reflexión, para el silencio, incluso para el dolor, solo se presenciaron carcajadas y gritos, representaciones absurdas del terror. Otros se recostaban sobre la bóveda de un prócer de la Independencia o de algún poeta.
El humo de las pipas se elevaba sobre las tumbas y era revelado por algún flash de celular. Como gatos, los asistentes saltaban entre los techos de los mausoleos, se agarraban de las cruces, como si fueran anclas, para no caer al suelo. Las parejas se acostaban sobre las flores que dejaban los familiares, a besarse; a mirar, abrazados, el cielo.
Así terminó un evento que tuvo que invocar la llegada de la Policía para sacar a los participantes que querían pernoctar. Una buena idea con final de pesadilla.
¿Qué dijo la Uaesp al respecto?Édgar Cruz, subdirector de servicios funerarios de la Uaesp, reconoció que no se esperaban una participación tan masiva. “La convocatoria nos excedió porque estábamos planeando el evento con base a nuestro registros históricos de participación”, expresó. Si bien Cruz no supo precisar el costo de los daños, dijo que dentro de la administración se cuenta con un presupuesto para el mantenimiento y reparación de bóvedas.
Desconocimiento de la historia del cementerioEn medio de criptas, mausoleos, bóvedas y mitos urbanos alrededor de las almas que habitan en el lugar, los participantes, que no superaban los 30 años y que desconocían la importancia del lugar, invadieron el espacio donde descansan los restos de próceres de la Independencia, presidentes, líderes, políticos, sindicalistas, literatos y artistas que han protagonizado la historia nacional.